Para vivir en comunidad necesitamos realizar un esfuerzo diario por ser cada día más humanos, con nuestros/as hermanos/as y con la gente que nos rodea.
Jesús nos dice: “A vosotros/as os llamo amigos/as”. Valoramos profundamente la amistad que nos tenemos, como un don y una gracia que hay que agradecer y fortalecer constantemente.
La llamada que Jesús nos ha dirigido para formar parte de nuestra comunidad, está en el origen de este bello y gozoso proceso de vida al que intentamos ser fieles cada día.
Dios es el Misterio de Amor y de Vida que nos mantiene en una búsqueda permanente de su Ser, en lo más íntimo de nuestros corazones, en todas las personas y en el mundo que nos rodea.
Jesús es quien nos ha descubierto, con su vida, el verdadero rostro humano, misericordioso y cercano de nuestro buen Dios, Abba, Padre y Madre.
Él predicó la Buena Noticia del Reino a los empobrecidos, excluidos y marginados. Ellos y ellas son los rostros que nos permiten descubrir la presencia silenciada, dolorosa y esperanzada del Espíritu en nuestro mundo.
La solidaridad es, en nuestros días, el nuevo nombre del amor. Sin una entrega y un compromiso real con las personas más débiles, oprimidas y marginadas, nuestra vida y nuestras palabras serían una farsa.
Precisamos de una mística muy profunda para vivir cada día con más sencillez, con una alegría y una felicidad más intensas. Las bienaventuranzas y los/as empobrecidos/as nos lo ofrecen y nos lo exigen.
Nuestra espiritualidad no admite parcelas, ni tiempos: debe encarnarse y abarcar toda nuestra vida. Siempre y en todo momento, debemos ir adquiriendo, con la ayuda de los demás, una nueva forma de ser y actuar más humana, agradecida, gratuita: más divina.
No precisamos tener más, sino ser y entregarnos más. Para ello tendremos que vivir con más sencillez, ser menos consumistas y “perder el tiempo”, enriqueciéndonos al contemplar la belleza, disfrutando y cuidando de la Naturaleza, fortaleciendo la amistad, dialogando en profundidad, escuchando atentamente, celebrando la vida y la fe, en la búsqueda permanente de la auténtica libertad, que está en servir a los demás, como dice san Pablo.
La Verdad no la posee nadie por completo. Entre todos y todas, durante el camino que recorremos en la vida, la vamos vislumbrando, nos va transformando, pero no llegaremos a poseerla nunca .
Junto a Jesús, nuestro principal Camino y Verdad, debemos vivir y beber de miles de manantiales que nos aportarán cauces para llegar a la auténtica Fuente: ejemplos de vida comprometida, testimonios que iluminarán nuestra senda, los/las pobres que nos cuestionan, animan y evangelizan.
La contemplación y la lucha, el silencio y el anuncio, la ternura y la rebeldía profética no son actitudes contrapuestas, sino las dos caras de una misma moneda que debemos llevar a toda nuestra existencia.
Todos y todas recordamos diversas circunstancias y a muchas personas que han influido poderosamente en nuestras vidas, que han fortalecido nuestro compromiso y nos han ayudado a reconocer lo que es de verdad esencial en la vida. Debemos recordarlos con cariño y mantener su presencia viva entre nosotros y nosotras.
A pesar de las derrotas permanentes que sufren los oprimidos por parte de los poderosos de la tierra, ayer y hoy, debemos continuar siempre la lucha por la Justicia y la Esperanza. Si Jesús resucitó, nosotros y nosotras, junto a los excluidos de la historia, resucitaremos también a una nueva vida. En el Reino de Dios, que empieza ya en esta tierra.
El camino hacia la fraternidad universal lo realizamos junto a todas las Iglesias, las diversas religiones y todas las personas que trabajan por la paz y la justicia. Formando redes de amor y solidaridad, porque otro mundo, más cuidadoso con la madre Tierra y con la humanidad, es cada día que pasa más necesario y sólo posible si unimos nuestras manos, nuestras mentes y nuestros corazones.
Creemos que hemos sido llamados al seguimiento de Jesus para vivir y comunicar la Buena Noticia del Reino de Dios,con la fuerza del Espíritu que El nos ha transmitido.
Creemos que la mejor forma de vivir este seguimiento es en una comunidad eclesial, como parte integrante y vital de la Iglesia, a la luz del Evangelio y segun el espíritu de las Bienaventuranzas
Sentimos la necesidad apremiante y el deber de defender y optar por los más débiles y oprimidos, trabajando por la justicia social, esforzandonos en vivir una actitud profetica de anuncio y denuncia de toda clase de opresi6n, en conversión personal y comunitaria continua para la construcción del Reino
Somos una comunidad abierta, que acepta la pluralidad de opiniones. Por tanto, creemos que cada miembro de la comunidad puede encontrar la mejor forma de trabajar por los más débiles y marginados bajo diferentes opciones políticas, asociativas, sindicales o de forma independiente, pero siempre desde una identificaci6n cada día más profunda y vital con las luchas y esperanzas de los más pobres y excluidos de la Tierra .
Pensamos que el dialogo sincero y la corrección fraterna dentro de la comunidad son los medios más idóneos para fortalecer la pluralidad, enriqueciendonos mutuamente.
Creemos que la oración personal y comunitaria es esencial para fortalecer nuestra fe y compromiso; en las celebraciones litúrgicas debemos poner en común la experiencia vital de los mismos.
Creemos que nadie se debe quedar al margen de la marcha y funcionamiento de la comunidad. Todas y todos debemos apostar nuestros carismas corresponsablemente, estando siempre al servicio de los demás, amandonos los unos a los otros como Jesus nos ama.