MENSAJE DEL XXV CONGRESO DE TEOLOGÍA SOBRE
“CRISTIANISMO Y VIOLENCIA”
(Madrid, 8-11 de septiembre de 2005)
1. La paz es
uno de los bienes más preciados y anhelados por la humanidad, pero, al mismo
tiempo, uno de los más frágiles y amenazados. Rastreando las huellas de la
historia humana, en vano buscaríamos un estado duradero de paz. La humanidad
pareciera seguir la consigna: "Si quieres la paz, prepara la
guerra”.
A la causa de
la guerra total está contribuyendo hoy el choque de civilizaciones, que constituye
el guión de la política internacional y asigna a las religiones la función
ideológica de legitimar el enfrentamiento entre civilizaciones y culturas. Otro
obstáculo para el logro de la paz en el mundo son los distintos terrorismos: el
de Estado y del Imperio, que, en aras
de su poder omnímodo, agrede a sociedades enteras; el
ecológico, que defiende las hazañas
tecnológicas más deslumbrantes generando muerte en derredor, sin resolver el
problema de la pobreza; el terrorismo de
masas, que, a veces, surge de la miseria y de la marginación; el terrorismo de raíz religiosa, que apela
a la imagen de un Dios violento, muy presente en la mayoría de las religiones y
en los teísmos políticos, para justificar las acciones terroristas, las
agresiones bélicas y las invasiones de otros países.
2. No podemos
desconocer otra de las más graves manifestaciones de la violencia: la que genera
desigualdad y pobreza: 2.500 millones de seres humanos malviven con menos de dos
euros al día; 35.000 niños y niñas mueren de hambre; las 500 personas más ricas
del planeta suman más ingresos que los 416 millones de personas más pobres; 18
países, con 460 millones de habitantes, han empeorado su nivel de vida en los
últimos 15 años; en España hay más de 8 millones de pobres. Llama la atención,
sin embargo, que se condene la violencia del terrorismo y se silencie la
violencia que sufren los pobres.
3. Objeto de
análisis en el Congreso ha sido la violencia contra las mujeres en la
sociedad y en las religiones, que no se llevan bien con las mujeres, y
especialmente en la Iglesia católica, cuya jerarquía no suele condenar la
violencia de género y, en algunos casos, la fomenta y la ejerce. La violencia
está muy presente también en el deporte y en la educación; clama al cielo la que
se ejerce contra los niños, como demuestra la terrible situación de los niños
esclavos en África.
4. Al actual
clima de violencia contribuye el incremento en los gastos militares, que en 2004
ascendió a 1 billón de dólares en todo el mundo, cuyas principales consecuencias
son: el sobredimensionamiento de las fuerzas armadas,
la potenciación de la industria de armas y de su comercio y la investigación
científica con fines militares.
5. Tras el
análisis hemos intentado buscar las raíces de las distintas formas de violencia,
ya que sólo yendo a las causas se puede poner remedio a sus efectos perversos. Y
éstas son las siguientes: antropológica: la agresividad es tan innata en el ser
humano como el hambre, el sexo y el miedo; económica: el sistema neoliberal
vigente hoy en la mayoría de las sociedades es estructuralmente injusto y
generador de pobreza y exclusión; el sistema patriarcal, que ejerce
sistemáticamente la violencia de género contra las mujeres; las propias
religiones: existe una falta de sintonía entre los mensajes de paz que ofrecen
las religiones y algunas de sus manifestaciones históricas violentas a través de
las cuales han logrado imponerse por la fuerza de las armas. El cristianismo ha
fomentado y practicado la violencia para convertir a los creyentes de otras
religiones, conquistar territorios e imponer su fe. Incluso la doctrina social
de la Iglesia ha elaborado una teología de la guerra justa sin preocuparse por
elaborar una teología de la paz. No fue ése, sin embargo, el espíritu de Jesús
de Nazaret, quien continúa las huellas del pacifismo
de los profetas, se inscribe en el camino de la sabiduría, trata a Dios con la
cariñosa apelación de Abba y fue él mismo
víctima de la violencia por denunciar un status político-religioso injusto y
violento.
6. Tras el
análisis de la violencia y de sus causas, el Congreso quiere ofrecer unas
propuestas concretas:
- Creemos
necesario transferir recursos del gasto militar a las necesidades sociales, que
exigiría entre otras prácticas: la destrucción generalizada de los arsenales
nucleares y convencionales, la reconversión de la industria militar hacia las
producciones civiles y la desaparición de las alianzas militares, junto con
acciones de responsabilidad individual y colectiva como las objeciones fiscal,
laboral, científica y financiera.
- Somos
partidarios del método de la no-violencia activa liberadora, defendida por la
mayoría de los líderes religiosos y morales que trabajan por un mundo
reconciliado frente a guerras, dominaciones y terrorismos, aun reconociendo sus
importantes limitaciones. En la tradición cristiana nunca han faltado minorías
críticas con la violencia y defensoras de la paz, basadas en el Sermón de la
Montaña, como Francisco de Asís, los mennonitas (siglo XVI), el Movimiento de
los Hermanos (siglo XVII) y los cuáqueros (siglo XVIII). Los teólogos de la
liberación han dado importantes pasos en este terreno.
- Es necesario
pasar de la actual globalización de la violencia a la mundialización de la paz, que implica la solución de los
conflictos a través del diálogo, y sustituir la actual teología de la guerra
justa por una teología de la paz. Ello exige comprometerse con la causa de la
reconciliación para fomentar una convivencia pacífica y un desarrollo justo y
sostenible, y crear una cultura de la paz en todos los ámbitos de la realidad:
la educación, la familia, las religiones, el deporte...
En definitiva,
la alternativa a la violencia es el diálogo entre culturas y religiones y el
trabajo por la justicia. No hay paz social, sin justicia económica y ecológica.
Como afirma el salmo “la justicia y la paz se besan”.
Madrid, 11 de
septiembre de 2005.