Cristianas y Cristianos de Base de Madrid

Carta de identidad

Sábado 20 de marzo de 2010, por Cristianxsdebasedemadrid

 

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 CARTA DE IDENTIDAD

           

            Un amplio colectivo católico de ámbito estatal, con talante crítico y aperturista,  inspirado en el Evangelio y en el espíritu del Vaticano II, ante la compleja situación que están atravesando la sociedad y la Iglesia -que entendemos como consecuencia de un cambio radical de civilización,  frecuentemente ignorado por estas instituciones-   hemos decidido coordinarnos para actuar con mayor eficacia y responsabilidad, según las exigencias y posibilidades de nuestros días. Como seguidores de Jesús de Nazaret nos proponemos anunciar con alegría la Buena Noticia del Reino, presente ya como  semilla en este mundo y en la Iglesia, pero abierto  a su  plenitud en el futuro.

 

            Como punto de partida, nos está doliendo  profundamente la creciente masa de empobrecidos y dominados que se multiplican en nuestro mundo. Son  personas y pueblos que sufren, excluidos del don de la vida, y sometidos por un sistema  capitalista inhumano y por una sociedad, nuestra sociedad, que se muestra insensible y sin entrañas ante tanto dolor. Se trata de seres humanos,  hermanos y hermanas nuestros, por desgracia  los más débiles,  que son  víctimas de la represión política, del olvido y la exclusión por  toda índole de motivos socioeconómicos y étnicos, de orientación sexual y de género, de religión y de modo de pensar y de ser. Por motivos similares, muchos miembros de nuestros colectivos llevan las marcas de dicha exclusión. Desde nuestra conciencia actual,  nos preocupa  igualmente  la brutal explotación que está sufriendo,  en nuestros días,  la  Tierra, madre de la vida y casa común de la humanidad. También ella está siendo víctima de la codicia y  la usura,  de la irresponsabilidad y el  egoísmo de una humanidad sin conciencia. 

 

            En esta situación,  nos parece oportuno y urgente volver nuestros ojos y nuestros oídos a aquella mirada y  escucha que Jesús tuvo para con el mundo de su tiempo y que recupera de algún modo  para la Iglesia la constitución  Gaudium et Spes.

 

            Con esta conciencia nos proponemos:

 

1. Revisar nuestro estilo de vida y los medios y métodos que utilizamos en las comunidades,  movimientos y grupos   desde el criterio evangélico de la “diaconía” o “actitud de servicio al otro”. Con esta actitud,  tratamos de  romper la relación vertical con  esa jerarquía que crea desigualdad entre las personas dentro de la Iglesia, especialmente con la mujer, y promover y apoyar unas relaciones horizontales que, a través de los ministerios y servicios mutuos y hacia fuera de la comunidad,  favorezcan la igual dignidad y fraternidad entre las personas. 

 

2. Manifestar con acciones y compromisos públicos, con gestos y escritos,  a través de los medios y de otras redes de comunicación virtual,  este nuevo paradigma de comunión y de organización, inspirado en el Evangelio de Jesús y guiados siempre por la búsqueda, el diálogo, el espíritu crítico y autocrítico y la convicción de estar defendiendo en todo momento los intereses de los más pobres y excluidos por la sociedad y por la Iglesia. Con la seguridad también de estar expresando el sentir profundo de muchas otras personas que apuestan por “otro mundo posible” y   “otra forma de ser y de hacer Iglesia”.

 

3. Organizar encuentros, foros, convivencias, para compartir información, formación y experiencias entre grupos y personas que se sientan identificadas o próximas a esta Carta de Identidad.

 

4. Establecer una relación estrecha con otras redes nacionales e internacionales y movimientos similares de otras religiones.

 

5. Contribuir desde todas nuestras posibilidades a la transformación radical de la Iglesia y de su presencia en el mundo. Desde el estilo que rezuma el Evangelio,  creemos que nuestra Iglesia necesita una transformación profunda en todas sus dimensiones: bíblicas y teológicas, éticas y morales, pastorales y litúrgicas, místicas y organizativas. Siguiendo las huellas de muchas personas y movimientos cristianos que en el pasado han dado testimonio de una Iglesia encarnada y servidora del mundo, necesitamos recobrarla   hoy como ámbito de vida y libertad, de denuncia y de propuesta, de búsqueda y creatividad, de amistad y alegría. Entre todas y todos vamos intentar sorprender al mundo con la Buena Noticia de que la  Iglesia  ya se está poniendo en actitud de ser  “la sal de la tierra y la luz del mundo”,  que quiere el Evangelio.

 

 

 

 

 

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